3 de noviembre de 2011




Un hombre de cierta edad llegó a la clínica donde trabajo muy temprano para hacerse curar una herida leve, se le notaba que tenía prisa, preguntando en demasía cuánto quedaba para terminar, así que le pregunté cual era el motivo por el cual tenía tanta prisa.
Me dijo que tenía que ir a una residencia para desayunar con su mujer como todos los días, que vivía allí, me contó que llevaba ya tiempo en ese lugar y que tenía un Alzhéimer muy avanzado.
Terminando la cura de la herida, le pregunté de nuevo si ella se inquietaría mucho al llegar tarde esa mañana.
-No - me dijo - ella ya no sabe quién soy, hace ya casi cuatro años que no me reconoce.
Entonces le pregunté extrañado.
-Y si ya no sabe quién es usted, ¿por qué esa necesidad de estar con ella todas las mañanas?
Me sonrió y dándome la mano me dijo:
-Ella no sabe quién soy yo, pero yo si sé muy bien quién es ella.

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